mercredi 26 octobre 2011

breath of my breath


Rian McGinley, Somewhere place


X

nearer:breath of my breath:take not they tingling
limbs from me:make my pain their crazy meal
letting they tigers of smooth sweetness steal
slowly in dumb blossoms of new mingling:
deeper:blood of my blood:with upwardcringing
swiftness plunge these leopards of white ream
this pith of darkness:carve an evilfringing
flower of madness on gritted lips
and on sprawled eyes squirming with light insane
chisel the killing flame that dizzily grips.

Querying greys between mouthed houses curl

thirstily.  Dead stars stink.  dawn.  Inane,

the poetic carcass of a girl


e.e.cummings, Tulips and Chimneys

(X
más cerca: aliento de mi aliento: no apartes de mí tus estremecedores
miembros: convierte mi dolor en su loco alimento
dejando que tus tigres de suave dulzura entren
lenta y furtivamente en las flores mudas de la nueva unión:
más profundo: sangre de mi sangre: con rapidez
que se humilla orgullosa zambulle esos leopardos de blanco sueño
en la gozosa carne de mi miedo: dilata más nítidamente
esta esencia de oscuridad: labra una
flor de locura ribeteada de maldad sobre unos apretados labios
y sobre unos ojos tumbados que se agitan con frenético brillo
cincela la llama asesina que prende con vértigo.

Interrogantes grises entre gesticulantes casa

sedientas. Huelen mal las estrellas muertas. amanecer. Leve,

el poético esqueleto de una chica.)




Copié para ti el poema de cummings, tulipanes y chimeneas, esto es lo que siento: la llama asesina que prende con vértigo. Un hambre demasiado abierta, de ti, de todo lo no-yo que eres tú. He estado leyendo rimas de Cavalcanti: amo como él, no como Dante, aquí reside el centro de mis trabajos. Y el poema de cummings, que dice tan exactamente cómo:
Más cerca. Más profundo. Sangre. No apartes de mí. Leopardos de blanco sueño. Carne de mi miedo. Lenta y furtivamente. Convierte mi dolor. Apretados labios. Gozosa. Estremecedores miembros.

Tú. No es posible tenerlo todo de ti. Mirarte fue como contemplar un paisaje nevado en pleno invierno. Te acercas a mí con delicadeza, con tu quedo caminar de nieve cayendo. Eres la nieve blanca, fría, espejo, quieta, silencio. Nadie puede ver la hierba verde y viva debajo, un manto de sueño la guarda y todos se embelesan en el milagro de luz inmóvil, en la superficie. Sólo tus ojos asoman. Ayer ibas vestido de gris y tus ojos relucían de ese modo. Yo te miro y doy vueltas a tu alrededor enajenada, rodeando el único pozo que queda en medio del desierto. Tú que tienes el agua de la lucidez. Yo la desmesura y la impaciencia. No.

He de purificarme en la larga espera, en la imperceptible ascensión que late en la sangre y deja siempre un rastro amargo y salado en la lengua, porque tan preciada es la sustancia de la serenidad. Tan escasa. Una lentísima destilación, la recolección de la savia en un pinar infinito y poblado sólo por el viento. Y así es como, poco a poco, acontece la cristalización de la gracia, y por fin, el don último del encuentro. Aguardo desde ahora muy callada el tesoro de tu aliento y de tus miembros, ya no más distintos de los míos, cuando penetremos en la esfera de los mudos.


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mardi 11 octobre 2011

El ascensus


Beata Beatrix, Dante Gabriel Rosetti.




Todo el día fue el deseo de verle, durante el trayecto aún soñoliento de la mañana, en las prisas cuando llego tarde, en el aburrimiento de las clases, en los momentos vacíos, entre la multitud hostil y ajena, en el frío y el calor extremos.

G. dijo en clase: _La castidad y el tantra son dos motores bestiales para el ascensus del alma. Pero hablo de castidad en un sentido más hondo que el carnal.

Me conmovió haber sabido esto de antemano, no sólo porque mi confianza en el poder revelador de la carne es infinita, sino porque con él he podido constatarlo tantas veces, llegar a ese refulgente límite de la nada donde todos los sentidos se saturan y la consciencia se desmaya. Tal vez porque con él ocurre no sólo el hambre insaciable del cuerpo sino la afinidad espiritual más honda que he encontrado nunca. Es una conjunción que se da cada cientos de años. Cuando follamos sé que bordeo con los dedos el círculo del conocimiento, que el impulso erótico, es decir, ascensional, me precipita a los oscuros lugares del saber. A la ceguera.

El resto de las clases apenas tuvieron interés. Yo mientras tanto pensaba en todas las pasiones de Anaïs que había estado leyendo en el metro, en todo lo que desearía hacer con él, y sobre todo, lo que desearía SER para él. Recuerdo el último fin de semanas y las horas que pasamos en su cuarto, cuando Anaïs escribe: “Hoy no puedo trabajar porque las sensaciones de ayer están prestas a caer sobre mí desde la suavidad del jardín. Están en el aire, en los olores, en el sol, en mí misma, como la ropa que llevo. Amar de esta manera es excesivo. Necesito tenerlo cerca en todo momento, más que cerca, dentro de mí.”

Por eso de algún modo tengo que confesar que me duele cuando me ve y parece que no pasa nada, que no ocurre nada especial. Sé que la capacidad de asombro es tan preciada y desaparece tan rápido, de modo que trato de cuidarla y conservarla, reviviéndola siempre, porque quiero tener nuevo cada día el mismo deleite incontenible del principio, cuando nada es seguro, el mismo precipicio al reconocer su silueta, su caminar, su rostro. Sé que si pierdo eso me apagaré como una cerilla mojada. Por eso temo siempre que haya dejado de maravillarse de mí, que ahora no sea más que otro de los elementos cotidianos de su día a día. Es este el motivo de que intente hablarle de todas las maneras y por todos los canales, de que quiera ser todas las mujeres para él, y pese a todo tengo siempre miedo de no estar consiguiéndolo.



dimanche 2 octobre 2011

Capítulo 143


Toulouse-Lautrec

Por la mañana, obstinados todavía en la duermevela que el chirrido horripilante del despertador no alcanzaba a cambiarles por la filosa vigilia, se contaban fielmente los sueños de la noche. Cabeza contra cabeza, acariciándose, confundiendo las piernas y las manos, se esforzaban por traducir con palabras del mundo de fuera todo lo que habían vivido en las horas de tiniebla. A Traveler, un amigo de juventud de Oliveira, lo fascinaban los sueños de Talita, su boca crispada o sonriente según el relato, los gestos y exclamaciones con que lo acentuaba, sus ingenuas conjeturas sobre la razón y el sentido de sus sueños. Después le tocaba a él contar los suyos, y a veces a mitad de un relato sus manos empezaban a acariciarse y pasaban de los sueños al amor, se dormían de nuevo, llegaban tarde a todas partes.


J. Cortázar, Rayuela.